viernes, 22 de octubre de 2010

SNI: la perversidad y la Prostitución (I)

Por Daniel Cazés Menache*


En 1984 se convocó a una reunión de las representaciones regionales de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES) para que un señor de apellido Mayagoitia, virtual propietario del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), escuchara las propuestas surgidas de las universidades con respecto al proyecto de establecer un sistema de becas especiales para compensar la investigación en todas sus ramas. El proyecto, presentado y discutido oportunamente por las representaciones universitarias, comprendía fundamentalmente lo que es hoy el Sistema Nacional de Investigadores (SNI), menos algunos cambios menores que se le hicieron posteriormente. Las autoridades de las instituciones de la región centro-sur se reunieron en cada una de las capitales que la componen y a mí, que era secretario general de la Universidad Autónoma de Puebla, se me encargó presentar las conclusiones ante el mencionado señor.

Proponíamos, entre otras cosas, que el SNI no estuviera desligado de las universidades y que fueran éstas, de acuerdo con un reglamento acordado colectivamente, las que distribuyeran las becas o compensaciones. Proponíamos igualmente que todo el personal que se dedicaba activamente a la investigación recibiera la misma cantidad de salarios mínimos por mes, y que se establecieran categorías de compensación diferenciada conforme a la antigüedad de cada persona en su dedicación a las actividades de investigación.


El jefe del Conacyt, después de escucharnos, declaró que las propuestas provenientes de Puebla, Morelos, Guerrero y el Estado de México le parecieron de lo más interesante, pero que no tenía caso opinar más al respecto puesto que el presidente Miguel de la Madrid había firmado el decreto de creación la mañana de ese mismo día, y avisó que las convocatorias estaban por ser emitidas.


Después de un cuarto de siglo, y aunque en ese tiempo se han abierto reducidos canales de comunicación y se han hecho pequeños avances reglamentarios y de representación, se realizó a partir del 5 de mayo pasado el primer congreso abierto a todas las personas que integran el SNI y que desearan exponer sus puntos de vista.


René Drucker Colín, voz autorizada por las funciones de autoridad que ha encabezado desde hace años, tras considerar que en el momento de su creación el Sistema Nacional de Investigadores fue una “buena estrategia”, declaró que hoy es un sistema perverso que no debe basarse “en un sistema de evaluación que cuantifique investigaciones y citas publicadas”.


En la opinión de muchas otras personas, sin embargo, esa perversidad es congénita a un sistema establecido autoritariamente y sin que para hacerlo se tomaran en cuenta el estado de desarrollo de cada especialidad en cada punto del país, las necesidades de ampliar las actividades de investigación en todas las universidades públicas ni los puntos de vista de quienes se especializan en cada rama.


Aunque hace un cuarto de siglo muchos que quedarían clasificados en la categoría más alta no lo vieron, o prefirieron no verlo, las bases de la perversidad inagotable hasta este día fueron, precisamente, las formas definidas desde arriba para las evaluaciones y la asignación de beneficios, así como la intensa competencia que se vino en todas las entidades de la educación superior en donde sobre la calidad de la investigación se inició una carrera por publicar para reunir puntos y conservar la categoría originalmente asignada desde arriba o para ascender en la escala.

Todo esto, sin contar con que los evaluadores suelen evaluar mejor —en componendas de equilibrismo gremial— a quienes son cercanos a ellos y desestiman a quienes no lo son. Hoy es fácilmente verificable —yo mismo lo he hecho en una muestra de 40 currícula revisados— que investigadores de currícula comparables han sido encajonados sin reglas de equivalencia en categorías bajas sin posibilidades de ascenso, mientras que otras personas en condiciones semejantes están más arriba. Me comprometo a publicar en breve los resultados de la revisión que hice de esa muestra.

Y la perversidad original de hace cinco lustros, fortalecida por la costumbre y la burocracia, tenía que desembocar en la prostitución de la que habla Genaro Aguilar. Un diario capitalino consignó el 12 de mayo los siguientes hechos:


La obsesión por “incrementar los números de los logros de la ciencia y la tecnología sin aumentar los recursos, se ha traducido en lamentables vicios… Esas prácticas —en algunas de las cuales se detiene Aguirre—, cada vez más recurrentes en la comunidad científica y en las autoridades evaluadoras, se conjugan con el tráfico de influencias”.

Aquí se habla, más bien, de una corrupción típicamente mexicana que jamás podría dejar indemne a una institución perversa de nacimiento, y de la que no se libran ni las comunidades de las personas más sabias de este país, sea por conveniencia o por omisión. Estos temas exigen un debate más amplio que no debe interrumpirse.

* Antropólogo y lingüista. Investigador de la UNAM y ex consejero de la CDHDF danielcm@servidor.unam.mx

[LIGA]

miércoles, 20 de octubre de 2010

RECORTARAN-FONDOS-CINCO-PROGRAMAS-CONACYT-DESTINADOS-IMPULSAR-CIENCIA

RECORTARAN-FONDOS-CINCO-PROGRAMAS-CONACYT-DESTINADOS-IMPULSAR-CIENCIA


A pesar de que el Sistema Nacional de Investigadores (SNI), que depende del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), tendrá un incremento real de 5.1 por ciento a sus recursos, de acuerdo con el proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación 2011, al pasar de 2 mil 403 millones de pesos a 2 mil 627 millones, cinco programas del consejo, orientados a la descentralización de actividades científicas y tecnológicas, así como al desarrollo de nuevos proyectos, sufrirán recortes que van de 6.8 a 58.2 por ciento.

Un análisis del paquete presupuestal para ciencia y tecnología para 2011, elaborado por la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), revela que si bien se propone un incremento de 4.2 por ciento a los fondos federales que se destinarán al Conacyt, no ocurre lo mismo para los recursos canalizados a impulsar el desarrollo de la ciencia en los estados.

De acuerdo con el informe, el programa de fortalecimiento en las entidades federativas de las capacidades científicas, tecnológicas y de innovación (fondos mixtos) tiene una caída de 58.2 por ciento, al pasar de 699 millones de pesos aprobados en 2010 a 300 millones, propuestos para el año próximo.

Además se recorta la inversión pública destinada al fomento regional para el desarrollo científico, tecnológico y de innovación, pues su presupuesto disminuye 35.9 por ciento, al invertir 200 millones de pesos, a pesar de que este año se otorgaron 300 millones de pesos.

En cuanto a los recursos destinados a los apoyos institucionales para actividades científicas y tecnológicas, el gasto público cae 7.8 por ciento, al pasar de 847 millones de pesos a 812 millones, mientras el programa de estímulos fiscales a la innovación tiene un recorte de 6.8 por ciento, pues baja de 2 mil 630 millones a 2 mil 550 millones. Las actividades de respaldo a la función pública y buen gobierno también reportan una baja de 15.4 por ciento, pues de 24 mil 146 millones de pesos se reducen a 21 mil 242 millones.

SNI, sistema "pervertido"

Luego de que catedráticos de diversas instituciones públicas de educación superior, como la Universidad Nacional Autónoma de México y el Instituto Politécnico Nacional, entre otras, denunciaron que por falta de recursos y un sistema "amañado" en los mecanismos de evaluación 324 investigadores de alto nivel quedarán fuera del SNI en enero próximo, René Drucker, coordinador de divulgación científica de la máxima casa de estudios, señaló que a 26 años de su fundación, el SNI debería tener "mejores mecanismos de transparencia en la evaluación de sus investigadores".

A los expertos, agregó, les "pidieron ciertos requisitos. Uno era que tenían que publicar y formar nuevos especialistas. La comunidad científica cumplió, pero el sistema no se ha adaptado a las necesidades y con el paso de los años empezó a pervertirse, porque el sistema pide que publiques y si no lo haces te sacan. Por eso lo único que llegó a interesar para mantenerse dentro era publicar, no la calidad de la investigación".

En entrevista por separado, Carlos Beyer, jefe del laboratorio de reproducción animal del Cinvestav unidad Tlaxcala, destacó que la falta de recursos financieros en los institutos y centros de investigación estatales "también puede ser factor que afecte la periodicidad con que un investigador puede publicar, y si ello implica su salida del SNI quizá tendría que analizarse caso por caso".

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Fuente: Con información de La Jornada

¿Quién controla la corrupción en la ciencia?

(rescatado de hace casi 11 años en LA JORNADA (Lunes en La Ciencia), y tristemente tan vigente y actual hoy como entonces)

Luis Benítez Bribiesca (luisbenbri@mexis.com)


La corrupción, una práctica antisocial que altera el orden, pervierte y daña, parece haberse difundido en nuestro mundo de mercado libre globalizado. No hay nación ni reducto humano que esté libre de ese mal que pudre las costumbres. Sabemos de la corrupción que ha fomentado el narcotráfico, de las corruptelas del gran y el pequeño comercio y de la alarmante sinergia entre política y corrupción. Pero había, hasta hace poco, un ámbito que por la naturaleza misma de su objetivo parecía inmune a cualquier práctica corrupta: el de la ciencia.

La empresa científica está orientada a la búsqueda objetiva de la verdad y sujeta a una estructura rígida que permite la verificación o falsificación de sus resultados y postulados. Cualquier desviación intencional es, sencillamente, anticientífica. Parecía impensable que algún hombre de ciencia en sus cabales buscara el engaño, la simulación o el plagio para triunfar en su empresa. Empero, desde que la investigación científica se profesionalizó, particularmente después de la Segunda Guerra Mundial, aparecieron señales de alarma.

El caso más sonado, y que finalmente abrió la caja de Pandora, es el de los ratones pintados de William T. Summerlin, en el Instituto Slogan Kettering. Ese lamentable episodio demostró que se podía cometer fraude científico al más alto nivel académico. Le siguió el de Mark Spector, quien pretendió descubrir el origen molecular del cáncer; después se descubrió el de John Darsee, en Harvard, y luego el de Marc Straus, en Boston University. Aunque Peter Medawar, al atestiguar y analizar el caso de Summerlin en 1974, aseguraba que esos episodios de fraude científico son anecdóticos y extremadamente raros, hemos sido testigos de cómo, en los últimos 20 años, aparecen más y más casos de todo tipo de corrupción científica: datos inventados o maquillados, plagio, duplicación de publicaciones, investigaciones sesgadas por grupos elitistas de poder, intereses comerciales, autorías falsas y violación a los principios éticos de experimentación humana.

El asunto ha alcanzado tales proporciones que ya existen numerosas publicaciones y libros que analizan profundamente el tema del fraude y la conducta inadecuada en el quehacer científico. En la mayoría de las naciones científicamente desarrolladas han tenido que establecer comités de supervisión de la actividad científica para investigar cualquier caso de deshonestidad.

Cai-Decheng señala: "No debe haber tolerancia alguna ante la deshonestidad, sentir lástima daña al propósito de la ciencia". Las razones de esa conducta anómala son míltiples, pero generalmente se deben a la creciente competencia por prioridad, fondos económicos, premios, patentes y puestos académicos.

No es secreto que en México somos campeones en corrupción. Ese mórbido comportamiento se ha infiltrado en todos los estratos de la sociedad. Pero, ¿también ha alcanzado nuestro incipiente establecimiento científico? Oficialmente nada se sabe. No existe una sola denuncia; la prensa no ha informado de ningún caso ni se sabe de investigadores enjuiciados por algún comité académico. Aunque la competencia a la que debe enfrentarse el científico mexicano es idéntica a la de otros países, con la agravante de que aquí los recursos disponibles son menores, el fraude y la deshonestidad parecieran no haber corrompido a la ciencia mexicana, al menos públicamente.

Nadie se atreve a mencionar esa posibilidad abiertamente. Cualquier intento de denuncia es rápidamente soslayado o ignorado por las instituciones. Parece haber una consigna de preservar el status quo y pretender que aquí no ocurre lo que en otros países científicamente desarrollados. Lamentablemente, la experiencia de los miembros de comités de evaluación, los consejos editoriales y numerosos investigadores de grupos científicos activos revela, siempre sotto voce, un panorama muy diferente.

Se han encontrado casos de plagio y duplicación de publicaciones; se rumora de falsificación de artículos; se comenta la fabricación de resultados e ilustraciones; algunas investigaciones clínicas o en animales parecen no apegarse a las normas internacionales de ética; existen publicaciones que incluyen a autores que nunca contribuyeron al trabajo científico, y algunos otros pecadillos menores pero siempre significativos.

Ante la creciente competencia por obtener fondos, reconocimiento académico y becas del SNI, no serà a extraño que la corrupción científica se incremente en nuestro país, sobre todo si carecemos de sistemas eficaces de evaluación de la honestidad científica. Por ello sería prudente que organismos como el Conacyt, el SNI y la Academia Mexicana de Ciencias atendieran frontalmente el problema. Más vale prevenir que lamentar.

La Jornada: Echarán del SNI a 324 miembros de UNAM, Poli, UAM y UACh

La Jornada: Echarán del SNI a 324 miembros de UNAM, Poli, UAM y UACh

Periódico La Jornada
Lunes 18 de octubre de 2010, p. 43
por José Antonio Román

Por un sistema “amañado” y “pervertido” en los mecanismos de evaluación, así como por insuficiencia de recursos económicos, 324 miembros de alto nivel de las universidades Nacional Autónoma de México (UNAM), Autónoma Metropolitana (UAM), Autónoma Chapingo (UACh) y del Instituto Politécnico Nacional (IPN) serán “echados” del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) en enero próximo, según las listas preliminares elaboradas por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).

En contraparte, en cinco años, han aparecido como miembros del SNI un número similar de personas sin grados de maestría y doctorado, en una especie de “enroque de investigadores por burócratas”, denunciaron científicos que por separado han cruzado datos e información sobre la “asfixia presupuestal” del Conacyt, y el “tráfico de influencias” que se da en la incorporación, permanencia y ascenso en el SNI.

Además, hay una notoria falta de transparencia de este sistema, que por medio de la resolución XIII/EXT/206/09-01 del Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI) negó datos referentes al número de expulsados del SNI, por categoría, desde 1984 –fecha de su creación– hasta 2009. El argumento esgrimido fue la “inexistencia parcial de la información”, según la resolución cuya copia posee La Jornada.

Aunado a esto, el Conacyt retiró de su página web la lista completa de los miembros del SNI, que incluía área de conocimiento, grado académico, categoría del investigador e institución a la que pertenece. El listado sólo apareció por un lapso a principios de 2010.

De una revisión de varios investigadores que pudieron bajar estos archivos, se desprende que 180 personas aparecen como licenciados o ingenieros, lo cual los ubica fuera del reglamento; carecen de maestría o doctorado, y tampoco se especifica si pertenecen al SNI por su experiencia. Hay 227 casos, que en la institución a la que pertenecen tienen la anotación “no especificado”, y su correo electrónico ni siquiera es el institucional, lo cual genera dudas sobre la veracidad del padrón.

Para el IPN, el proceso de evaluación 2010 representará la pérdida de más de 35 miembros que poseían el nivel 1 y que tienen muchos años de experiencia en ciencia –estos investigadores son el 50 por ciento de los politécnicos que este año pidieron la renovación de su membresía en ese nivel– y a partir de 2011 quedarán fuera del SNI. En tanto, varios profesores nivel 2 fueron descendidos a la categoría de nivel 1.
Éste es el ejemplo de lo que vive el IPN, pero lo mismo ocurre con científicos de alto nivel, autores de libros, patentes, innovaciones y estudios de alto impacto, de las instituciones públicas de educación superior más reconocidas del país. En total son 324 investigadores, según las listas de la “depuración forzada” del Conacyt.

Desde el congreso nacional del SNI, realizado en Querétaro en mayo pasado, un grupo importante de integrantes propuso que el Conacyt hiciera público el currículo de todos los investigadores miembros del sistema, incluso para entrar en contacto profesional. La propuesta fue rechazada por el ente, sin discusión.

Desde la perspectiva de quienes plantearon la propuesta, el rechazo oficial se debió a que una auditoría social del padrón demostraría que hay personas catalogadas como investigadores de alto nivel sin tener requerimientos académicos necesarios. El escrutinio público sacaría a la luz casos de personas que nunca han escrito artículos científicos internacionales y que, sin embargo, están en el nivel 3, el más alto, mientras otros con amplio reconocimiento son rechazados por evaluadores. Por ejemplo, el premio Nobel de Química Mario Molina, por absurdo que parezca, no pertenece al SNI.

De hecho, se ha denunciado en múltiples ocasiones, que el sistema de evaluación para ingresar, permanecer o ascender en el SNI se ha pervertido. Los apoyos económicos van de 9 mil a 18 mil pesos mensuales, según la categoría

Investigadores que han sido parte del comité evaluador, han reconocido en privado que de manera cotidiana se ven “presionados” para admitir la “línea” dictada por funcionarios del Conacyt en cuanto a decidir la aceptación de algunos investigadores al SNI.

La Jornada: El desarrollo científico nacional se está prostituyendo: Genaro Aguilar

La Jornada: El desarrollo científico nacional se está prostituyendo: Genaro Aguilar

Periódico La Jornada
Miércoles 12 de mayo de 2010, p. 2
por José Antonio Román

“El desarrollo científico nacional se está prostituyendo”, aseguró Genaro Aguilar Gutiérrez, investigador de la Escuela Superior de Economía del Instituto Politécnico Nacional (IPN).

El “objetivo obsesivo” de incrementar los números de los logros de la ciencia y la tecnología en México sin aumentar al mismo tiempo los recursos invertidos en esos rubros se ha traducido en lamentables vicios dentro de la comunidad científica nacional. Esas prácticas, cada vez más recurrentes en la comunidad científica y en las autoridades evaluadoras, se conjugan con el “tráfico de influencias”, por el que un investigador puede pasar a ser nivel 3 sin habar estado antes en el 2.

“Hoy día no es poco común encontrar a un grupo de cuatro colegas que se reúnen, toman un café, acuerdan que cada uno de ellos elabore un artículo por separado, pero que todos aparezcan como autores. Un año después cada uno resulta ser autor de cuatro artículos publicados en una revista científica, porque los cuatro sólo anotaron a sus colegas, aun sin que el resto haya desarrollado un ápice de dichas investigaciones. Esto se llama, lo aceptemos o no, simulación”, dijo el también miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI).

Participante en el recién realizado Congreso de miembros del SNI, el investigador del IPN asumió una actitud crítica hacia el sistema de evaluación y contra los vicios incubados en los años recientes.

Citó que otra de las prácticas es la urgente necesidad de que se titulen alumnos de posgrado, sin importar si están bien preparados o no, con tal de ganar o mantener las recompensas y promociones que se otorgan en el sistema.

“Cada vez es más común que los directores de tesis escriban las disertaciones de sus alumnos con tal de que se gradúen. La evaluación ha sido permeada por criterios que dicta la autoridad, no por los emanados estrictamente de la comunidad científica. Pero lo grave es que algunas prácticas que distorsionan la actividad de investigación ya han sido aceptadas como algo más o menos natural”, señaló.
Tanto en su ponencia como en entrevista, el investigador del IPN da una larga lista de distorsiones provocadas por un proceso evaluatorio que premia la cantidad y no necesariamente la calidad. Al respecto, cita la práctica, recurrente ya en muchas universidades e instituciones de educación superior, de que algunos profesores “acaparan” a los alumnos de maestría y posgrado para graduarlos.

Hay un caso, comentó, en el que hasta 90 por ciento de los alumnos titulados de un posgrado en los pasados cinco años han sido asesorados por el mismo director de tesis. Esta práctica tiene origen en el sistema de evaluación del SIN, que premia la alta generación, dicen, de recursos humanos especializados.

Pero además, aseveró, existe “tráfico de influencias”, del que incluso citó dos casos, sin mencionar los nombres de los implicados. El primero es un investigador que entró al sistema y permaneció en nivel 1 por lo menos 15 años sin poseer el grado de doctor en ciencias. Cuando se volvó diputado federal pasó, mágicamente, a nivel 3 dentro del SNI, incluso sin pasar por el nivel 2.

El segundo, añadió, es un investigador que, al ser designado director de un Centro de Estudios en la Cámara de Diputados, se convirtió en miembro del SNI; así, sin pasar por el nivel de candidato. “Eso es tráfico de influencias, lo quieran o no aceptar las autoridades”, concluyó el investigador del IPN.

Bienvenidos.

Los que formamos este grupo somos científicos mexicanos preocupados por los vicios del sistema. Lo que buscamos es que la comunidad se una, y crear conciencia sobre los vicios y problemas de la ciencia en México. Aquellos que tengan más información, por favor compártanla. Estamos seguros que juntos pondremos nuestro granito de arena para lograr un México mejor.